Renuncia de Laura Sarabia: ¿fractura en la cúpula del petrismo o cortina de humo?

La renuncia de Laura Camila Sarabia Torres a la Cancillería marca un giro inesperado en el rumbo del Gobierno de Gustavo Petro.

La politóloga de 31 años, símbolo del ascenso meteórico y de la confianza plena del presidente, se aparta del cargo en un momento de alta tensión política, cuestionando abiertamente decisiones que, según sus palabras, “no comparte y no puede acompañar”.

Lo que para muchos es una salida decorosa, para otros es la señal más clara de las grietas profundas en el núcleo del petrismo. Sin embargo, también hay quienes advierten que este episodio podría estar siendo utilizado como una cortina de humo para distraer al país de asuntos más graves y trascendentes que atraviesan el escenario nacional.

Sarabia, quien ocupó cargos estratégicos como jefa de gabinete, directora del DAPRE, del DPS y más recientemente como ministra de Relaciones Exteriores, era considerada una de las figuras más influyentes del gobierno. Su cercanía al presidente Petro fue tan marcada como criticada, generándole enemigos dentro y fuera del Ejecutivo.

Desde el escándalo con su niñera hasta las tensiones diplomáticas en las que fue desautorizada públicamente por el presidente, su figura siempre estuvo en el centro de la controversia. Ahora, su retiro evidencia no solo diferencias de criterio, sino un posible agotamiento institucional.

Pero en medio de debates legislativos sensibles, escándalos por el manejo de recursos públicos y una creciente inconformidad social, su renuncia también podría estar jugando un papel distractor en la narrativa del gobierno.

Las palabras en su carta dibujan un retrato del poder desgastado, en el que la técnica cede ante la imposición y la institucionalidad se subordina al vaivén político. La Cancillería, órgano llamado a actuar con autonomía y responsabilidad diplomática, queda nuevamente en entredicho, justo cuando el país enfrenta desafíos clave en política exterior, como los vínculos con China y su rol en crisis regionales.

La salida de Sarabia se suma a una cadena de renuncias derivadas de la “reestructuración protocolaria” solicitada por Petro en febrero. El reacomodo del gabinete refleja tensiones crecientes entre el círculo cercano al presidente y sectores más institucionalistas que piden mayor coherencia y transparencia en la toma de decisiones. Para muchos analistas, el retiro de una figura tan leal como Sarabia indica que el límite entre la obediencia y la conciencia ha sido traspasado.

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El presidente Gustavo Petro se pronunció en su cuenta de X y dio las gracias a Sarabia por su disciplina y apoyo.

Con esta dimisión, el Gobierno Petro no solo pierde a una aliada estratégica, sino que enfrenta un desafío mayor: recomponer su equipo de cara al cierre del mandato sin que las fracturas internas se conviertan en síntomas de debilidad estructural. La sucesión en la Cancillería será observada con lupa por la opinión pública, que se pregunta si este movimiento obedece a una verdadera crisis institucional… o a un intento por desviar la atención del país frente a los temas que realmente reclaman respuestas urgentes.

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