Criminales en primera fila en acto de Petro en Medellín

Este sábado 21 de junio, el presidente Gustavo Petro desató una tormenta política en Medellín al compartir tarima con reconocidos jefes de estructuras criminales durante un evento por la denominada “Paz Urbana” en el Centro Administrativo La Alpujarra.

En la plaza central del poder antioqueño, y ante miles de asistentes movilizados desde distintos puntos del país, fueron presentados alias Douglas, Tom, Pesebre, El Tigre, Grande Pa, Pocho, Lindolfo y Naranjo, todos condenados por delitos graves y trasladados desde la cárcel de Itagüí en buses oficiales del INPEC. La escena —inusual y polémica— convirtió un mitin sobre la reforma laboral en un simbolismo de legitimación a actores criminales.

La reacción institucional fue inmediata. El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, calificó el acto como una amenaza directa a la ciudad. “Petro nos pone la lápida. Vino a juntarse con los jefes de la mafia que nosotros capturamos”, expresó en su cuenta de X. Además, responsabilizó al Presidente por cualquier eventual atentado contra su vida y denunció la revictimización de miles de ciudadanos que han sufrido la violencia de estos grupos.

La Gobernación de Antioquia, en cabeza de Andrés Julián Rendón, también rechazó el evento, calificándolo como una “humillación a las víctimas y traición al Ejército y la Policía”.

Desde el Gobierno Nacional se justificó la presencia de los cabecillas como parte de los avances en las conversaciones de paz urbana, que según sus defensores habrían contribuido a la reducción de homicidios en el Valle de Aburrá. Sin embargo, para muchos, el simbolismo de subir a la tarima presidencial a quienes han sembrado el terror en los barrios de Medellín representa una afrenta institucional sin precedentes. Más aún, cuando desde prisión siguen señalados de continuar delinquiendo y ejerciendo control criminal en varias comunas.

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La presencia de figuras del crimen organizado en un acto público, bajo escolta oficial, desdibuja la autoridad del Estado. Lo que pudo ser un evento de respaldo a las instituciones de seguridad y justicia terminó convertido en una escena que para muchos, más que una apuesta por la paz, representa una concesión peligrosa al crimen.

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