En casa de la senadora Nadia Blel, los partidos tradicionales y el uribismo pactaron dos cosas que mueven el tablero, entre ellas, vetar a cualquier aspirante con pasado petrista e ir a una consulta interpartidista para escoger un único candidato presidencial en 2026. La foto la completan César Gaviria y el Centro Democrático; el ruido lo pone Abelardo de la Espriella.
La reunión de este miércoles 5 de noviembre en la residencia de Ble, quien preside el Partido Conservador, confirmó que los partidos Liberal, Conservador, Centro Democrático, Cambio Radical y La U afinan una megaconsulta para escoger candidato único en primera vuelta. Además, acordaron excluir a quienes hayan trabajado en el Gobierno Petro o respaldado sus políticas.
La apuesta se cocina bajo el liderazgo político y simbólico de Álvaro Uribe Vélez y César Gaviria, viejos antagonistas que hoy comparten el objetivo de derrotar al petrismo en 2026. Este acercamiento, que venía madurando desde inicios de 2025, acaba de entrar en fase decisiva.
Consulta sí o sí
La hoja de ruta contempla una consulta interpartidista que ordene la baraja y evite la multiplicación de candidaturas que en 2022 desdibujó a la centroderecha. En el sonajero hacen rudio Germán Vargas Lleras de Cambio Radical y, del lado Conservador, barajas que el directorio mueve con sigilo; el punto no es el nombre hoy, sino el mecanismo que garantice disciplina de coalición al día siguiente de la consulta.
La presencia del Partido Liberal añade un matiz y es que Gaviria busca mantener cohesión interna y, a la vez, preservar margen negociador en listas al Congreso. Por eso la consulta no solo elegirá un presidenciable, pues también servirá para pautar reglas de reparto programático y burocrático que eviten “fugas” posteriores.
El veto a “expetristas” le habla al electorado que pide contraste duro con el Gobierno y blinda a la coalición de acusaciones de oportunismo. Pero también estrecha el embudo, pues en una política de alianzas líquidas, cerrar la puerta a perfiles con tránsitos recientes por el oficialismo puede restar arrastre territorial y equipos operativos valiosos.
El “Tigre” en la sala
Mientras los partidos negocian reglas, Abelardo de la Espriella acelera por fuera con su movimiento Defensores de la Patria. Plaza llena en el Movistar Arena, parafernalia nacionalista y una narrativa de “orden, valores y mano dura” que interpela a la base más emocional de la derecha. Su lanzamiento masivo lo legitima como ‘outsider con audiencia propia’ y caja de resonancia digital. La pregunta es: ¿entra a la megaconsulta o juega por firmas hasta primera vuelta?
Para los partidos, sumarlo sería capturar energía de base y frescura mediática; y el riesgo sería diluir el control del mensaje y abrir flancos por radicalidad discursiva. Para De la Espriella, entrar a la consulta le daría oxígeno territorial (testigos, logística, estructura); quedarse afuera lo mantiene como marca pura antisistema, con libertad para golpear a todos.
Fajardo y el Nuevo Liberalismo
En los bordes del acuerdo asoma el Centro. Sergio Fajardo ha marcado distancia y coquetea con una ruta independiente; en paralelo, Juan Manuel Galán del Nuevo Liberalismo abrió la ventana a conversar sobre una plataforma democrática e institucionalista, incluso con sectores hoy sentados en la mesa de Blel. Si el centro entra, el relato deja de ser “contra Petro” y muta a “coalición por estabilidad”, una etiqueta que vende en votantes moderados urbanos.
El cálculo de corto plazo
No es solo 2026. A cuatro meses de las elecciones legislativas, los partidos necesitan listas competitivas y foto de unidad para retomar presencia en Senado y Cámara. La megaconsulta, bien operada, puede impulsar voto de opinión y, de paso, aceitar la maquinaria local. Si sale mal, amplifica fracturas y regala munición al oficialismo.




