Los hermanos Quintero, del poder al escándalo

El caso judicial de Misael Cadavid, la polémica con Miguel Quintero y las acusaciones de Fico Gutiérrez reabren la herida ética que Medellín no ha cerrado.

En Medellín, los apellidos pesan más que las siglas. Y cuando se trata de los hermanos Quintero Calle, el relato del poder local se mezcla con denuncias, lealtades rotas y un ruido político que no deja de crecer.

A pocas semanas de iniciar una nueva contienda electoral, el apellido Quintero vuelve a estar en el ojo del huracán, pues Miguel, el hermano del exalcalde Daniel Quintero, protagoniza un escándalo que mezcla provocación y fractura interna; mientras tanto, la justicia avanza sobre las presuntas redes de corrupción ligadas a exfuncionarios de su administración, y Federico Gutiérrez no pierde oportunidad para recordarlo: “Se robaron a Medellín”.

En el contexto de un Pacto Histórico fragmentado, con liderazgos en disputa ni Carolina Corcho, ni Iván Cepeda ni el propio Daniel Quintero han emitido declaraciones oficiales sobre el caso que involucra al hermano del exalcalde de Medellín.

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Misael Cadavid y la sombra de la administración

En paralelo, el caso Misael Cadavid, exjefe de Bomberos de Itagüí y figura cercana a la red de contratación del Área Metropolitana durante la era Quintero, se convirtió en símbolo de la degradación institucional. La Fiscalía investiga una presunta manipulación de testigos para torcer procesos judiciales que apuntan a irregularidades en contratos millonarios.

Los abogados de Cadavid, según reveló el periódico El Colombiano, habrían intentado modificar declaraciones claves dentro de un expediente que involucra a varios funcionarios de confianza del exalcalde.

Por su parte, el alcalde Federico Gutiérrez no se quedó al margen. Desde hace semanas repite una frase que busca quedar grabada en la memoria pública: “Se robaron a Medellín”. Para el actual mandatario, el caso de los Quintero simboliza “el uso del poder para el beneficio personal y político”.

El ‘movimiento independiente’ que llevó a Daniel Quintero al poder nació con la promesa de romper el clientelismo. Hoy, su legado se ve erosionado por una mezcla de traiciones, investigaciones y contradicciones públicas. Lo que comenzó como una bandera de renovación terminó convertido en un relato de poder personalista y defensas desesperadas en redes sociales.

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